Como Adrián Nyel y su ayudante Cristóbal eran buenos maestros, la escuela de San Mauricio se llenó rápidamente de niños. Ochenta pilluelos acudían contentos a la escuela para aprender a leer, a escribir y para escuchar las historias de la Biblia que con tanto entusiasmo les contaba Nyel. El párroco estaba muy contento porque estos niños venían limpios y aseados a misa, y participaban en la celebración con sus canciones.

Juan Bautista había prestado su ayuda a Nyel al comienzo, pero luego no volvió a ocuparse de la escuela. Estaba muy ocupado con los asuntos de la familia, con sus actividades de sacerdote y con sus deberes de canónigo.

Aún no había descubierto el bien que la escuela podía hacer a los jóvenes. Adrián Nyel es el enviado de Jesús que sembrará en el corazón de La Salle la preocupación por la educación de los niños.